El deceso de Antonio Leiva, chofer del automovil presidencial, es el comienzo de ‘Los nombres ocultos’. El acontecimiento ocurrió en 1935, cuando gobernaba el país el Dr. José María Velasco Ibarra, en su primera y corta administración.
El texto fluye con sorprendente ritmo, resultado del diestro manejo de la narración omnisciente neutra, del narrador protagonista, del monólogo interior, de las retrospecciones, de las memorias recuperadas… Además, los ambientes se recrean con un lenguaje depurado y preciso.
Realidad y ficción se entrelazan en la novela. Los datos de la realidad posibilitan el ensanchamiento de la ficción, mediante un proceso artístico que, además de interesante, da lugar a muchas reflexiones sobre las acciones humanas y el comportamiento social ecuatoriano.
Los nombres ocultos
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