Estos no son los mejores tiempos para la democracia. La humanidad está asediada por mareas de política sometida a las emociones; el debilitamiento institucional por la corrupción; la destrucción material y de vidas por las guerras internas, entre países y bloques; y, los retrocesos en el desarrollo por las enfermedades. Esta catarata de pérdidas (vidas, ingresos, inscripción social) diluye a las ideas de futuro y la orientación de las sociedades. La cohesión social se pierde y la calidad democrática se rebaja. Es una época de incertidumbres, polarización e ira.
La gobernabilidad de nuestro país navega sobre esos déficits. La inseguridad surgida desde el crimen organizado quiere resolverse en
la violencia, el miedo y la corrupción. Nuestro deber ciudadano es detener la erosión de la convivencia social apuntalada en la pobreza, la inseguridad y la corrupción.
Nacen y se reproducen corruptamente (Edición impresa)
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